jueves, 25 de octubre de 2018

Demonio enmascarado.

Cuando me propongo escribir de cosas alegres, se nubla la conciencia a plena luz, y una lágrima humedece mi mejilla.

No son momentos ni sensaciones.

Son aletargados recuerdos que, retrocediendo en el tiempo, me hacen sentir impotente ante la hipocresía y falsa amistad.

Me hiere el alma los demonios enmascarados que pululan por doquier. Que con el más dulce y hermoso disfraz, engatusa a la humanidad.





Mas, ni que decir tiene que, cuando los que haciéndose llamar amigos, se despojan del antifaz, se transforman en irreconocibles demonios, como belcebú de las tinieblas, despiadado y sin corazón.

Arde el teclado al pensar, confiada e ignorante de mí, que mi devoción por lo que creía eran actos de bondad y generosidad, tan sólo eran tretas y artimañas para satisfacer el absurdo ego personal desalmado y ruin.

Que la razón todo lo puede, y que el tiempo cose las heridas con las agujas del reloj, apacigua mi enojo y desengaño.

Y seguirá mi ingenuidad haciendo tropezar mi confianza, mi inocencia se topará con la maldad y hará resurgir de los intramuros de mi ser, la más inmensa coraza para doblegar ante mí las necedades del cinismo.












lunes, 15 de octubre de 2018

Perdida

Que el alma levita sin dolor.
Que el corazón sigue latiendo al mismo son.
Que la vida continúa, sigilosa.
Que los sentimientos afloran sin más dilación. 

Y ahogándome en el suspiro de un adiós, sintiendo la distancia más justiciera que nunca, suena el eco de una canción.
Y sigo buscando palabras, sigo queriendo aducir mi dolor, sigo soñando, pero sin ti no hay razón. 
Porque la ausencia de esos abrazos, harán efímeros los besos que nos dimos. 
Y sin la esencia de los recuerdos, ingrata soledad perdida, que apostada en el quicio de mi puerta, derrumba el silencio de la pasión. 
Que perdida y no hallada, la luna calla. 
Que la noche enmudece con el alba. 
El día avanza. 
Y yo, perdida, no veo resquicio de esperanza.