Hay que aprender a volar, imaginar las alas, fijar un rumbo y que el viento decida si es el correcto.
Hay que aprender a despertar de los sueños que nos pesan y nos hacen desesperar, abrir los ojos a la realidad.
Hay que rendirse al abismo de lo que viene, y la esperanza nos anima a creer que será lo mejor.
Hay que confiar, y no en exceso, en la amistad, en la esencia de la gratitud.
Hay que agradecer poder respirar y la fortuna de la resiliencia.
Pero desde la cara más amarga de la soledad, no ha resquicio para la ilusión.
Sólo queda impotencia y ganas de gritar.
Que el amor ciega y no deja ver más allá.
Que el amor existe y duele.
Y yo quiero dejar de amar.
Pero desde la cara más amarga de la soledad, no ha resquicio para la ilusión.
Sólo queda impotencia y ganas de gritar.
Que el amor ciega y no deja ver más allá.
Que el amor existe y duele.
Y yo quiero dejar de amar.