martes, 8 de octubre de 2019

Nada es el fin, todo es el principio.

Nada es el fin, todo es el principio.

Nos obcecamos en vivir de la nostalgia, de los sueños frustrados, del que creemos el verdadero amor.
La obsesión de una vida mejor, saturada de felicidad, de falsas promesas y mentiras piadosas.

Nada es el fin, todo es el principio.

Hay que abrirse al horizonte. Al que nunca alcanzamos, que nos tiene abiertas sus puertas para avanzar, seguir adelante, navegar sobre las eternas aguas de la vida, complaciente melodía de secretos venideros.

Nada es el fin, todo es el principio.

Y confiamos en lo adyacente. Palpable y escurridizo presente.
Sucumbimos a lo más inmediato, hipnotizados por la existencia.
Pero, aún así, seguimos naufragando en el pasado.

Nada es el fin, todo es el principio.

Abro mis puertas, poniendo candados a lo que pudo ser y no fue.
Abro mi mente a todo, por muy imprevisible que sea.
Abro mi alma al mundo, hilando esencias, hilvanando sensaciones.
Abro mi corazón a la integridad, a las emociones, incluso al amor...

Porque nada es el fin, todo es el principio...

Y que los principios no cesen, que todo sea igual de mágico y misterioso.
Que la duda, y no temor, a lo desconocido, nos llene de chispa y ventura.
Que el miedo sea vencido por la intrépida tranquilidad y el sino embista la condena afligida de la melancolía.

Bienvenido a la nueva esencia de la vida, porque nada es el fin y todo puede ser el principio.